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La gente se dividió por causa de Jesús.

Juan 7,43

¿Quién no vio ya un cartel de invitación que dice “PARE DE SUFRIR”? o ¿Quién no atendió a alguien en la puerta de su casa ofreciendo la salvación verdadera?

Personalmente, debo reconocer, que viendo la multitud que acude a esos encuentros ofrecidos, donde ilusionan a la gente con tantas promesas vanas, siento enojo, desilusión, y me pregunto: ¿Por qué nosotros no podemos atraer a la gente de la misma manera a la iglesia? ¿Por qué no podemos convencer a la gente para que propague su fe con semejante convencimiento?

La Biblia nos advierte de las divisiones entre cristianos. Juan anticipaba lo que nos sucede hoy. No por ello podemos justificar las divisiones entre los seguidores de Cristo, ni el fanatismo de que “lo mío es perfecto”.

Nuestro Dios quiere algo diferente, nos invita a unirnos para trabajar por un mundo mejor, sin egoísmo ni celos, sino un compartir de nuestras experiencias de fe, juntándonos para orar, ayudar y alabar al Creador.

Con este tema me vienen a la mente los versos de Martín Fierro: “Los hermanos sean unidos, en cualquier tiempo que sea, porque si entre ellos se pelean, los devoran los de afuera”.

¿Quién nos podrá devorar? Todo aquello que es opuesto a lo que nos enseña Jesús, donde cada uno tendrá su propio listado en el que pensar, motivos que lo devoran y no le permiten vivir su fe, o que lo alejan de su comunidad.

Somos uno en Cristo, somos uno, somos uno, uno solo. Un solo Dios, un solo Señor, una sola fe, un solo amor, un solo bautismo, un solo Espíritu y ese es el Consolador. (Canto y Fe Nº 353)

Perdona, oh Dios, la división, rivalidad y confusión que empaña nuestra adoración. Amén. (Canto y Fe Nº 354)

Inés Schmidt

Juan 7,40-52

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