Feliz el pueblo cuyo Dios es el Señor, el pueblo que ha escogido como suyo.
Salmo 33,12
Ser feliz, bienaventurado o dichoso no es otra cosa que ser bendecido por Dios. Esta bendición se refleja en su mirada amorosa hacia su pueblo y toda su creación. Se manifiesta en su protección y cuidado de todo lo que fue moldeado por sus manos, así como en la provisión de lo necesario para una vida digna. Este pueblo ha sido escogido, no por méritos, sino por gracia, y es un pueblo universal.
Un pueblo que, en su caminar, descubre la maravilla de ser amado por un único Dios. Un pueblo que tropieza, se confunde, se distrae y se aparta del camino al rebelarse contra la verdad y soberanía del Creador. Sin embargo, en su infinita misericordia, este pueblo disfruta del perdón que restablece su vínculo con Dios. Nada ni nadie, como diría el apóstol Pablo, podrá apartarnos del amor de Dios. Ni la guerra, ni el hambre, ni el poder opresor, ni siquiera la muerte, podrá despojarnos del privilegio de ser hijos e hijas de Dios y disfrutar de su protección.
Jorge Buschiazzo