Señor, tú has sido propicio a tu tierra.
Salmo 85,1-2
El inicio del salmo 85 menciona el término “cautividad” y aunque existe un debate sobre a cuál de los escenarios de cautividad se refiere, se podría decir que todos ellos eran difíciles. Estos estaban cargados de sufrimiento, dolor, vergüenza y humillación. Una situación en la que nadie quisiera estar, pero en la que alguna vez o muchas veces hemos terminado.
El caer en las manos de los poderes crueles de estos tiempos, es un escenario de cautividad. Gobiernos que promueven el sufrimiento de seres humanos, empresas que sostienen intereses mezquinos a costa del dolor de hermanos y hermanas, bancos que se aprovechan y explotan a los que menos tienen. Diferentes tipos de cautividad en medio del mundo actual.
Ante esto, este salmo que hace referencia a un periodo de recaída y decadencia en la historia de una nación (aunque bien se puede aplicar a nuestra historia personal), trae a la memoria al Dios que actúa, aun cuando el panorama es completamente oscuro e incierto, aquel que cumple la promesa de restauración y que no olvida, sino que más bien es propicio a su tierra o, en otras palabras, se inclina a hacerle el bien.
Este Dios es en el que tú y yo podemos confiar, aquel que nos libera de la cautividad, tal como lo hizo en el pasado, lo hace hoy. Aquel que ha cubierto nuestras faltas, busca ahora hacernos el bien, liberándonos una vez más de las manos de los que creen tener el poder para someternos a sus intereses e injusticias. Es Él quien nos restaura a la condición de libertad, que es sostenida por el amor y gracia de Dios.
Leonardo Abraham Calderon Rodriguez del Valle