Entonces la gente le preguntó: “¿Qué debemos hacer?” Juan les contestó: “El que tenga dos trajes, dele uno al que no tiene ninguno; y el que tenga comida, compártala con el que no la tiene.”
Lucas 3,10-11
Con este texto Juan nos responsabiliza por nuestras acciones. Con el bautismo comienza nuestra liberación y la nueva responsabilidad que tenemos como cristianos.
Para que reine la justicia debemos ser justos, y esto no es fácil de llevarlo a cabo. Es más fácil criticar a los demás que analizar nuestras actitudes.
Deberíamos optar por los necesitados, pobres, enfermos, ancianos, repartir nuestros bienes equitativamente y también nuestros dones. Como cristianos debemos ponerlos al servicio de la comunidad.
Pero nos preguntamos con sinceridad: ¿Cómo se puede lograr esto metidos en un sistema absolutamente injusto, que denigra al que no tiene, lo insulta, lo margina o lo empuja por el camino equivocado? ¿No quieren convertirnos solamente en consumidores aislados socialmente? ¿No vivimos en democracias ficticias, donde unos pocos se reparten la riqueza que pertenece a todos?
Jesús nos insta a obrar éticamente en medio de un mundo injusto.
No es fácil, pero si cada uno cumple con el mandato, comenzaremos a cambiar este mundo y estaremos preparados para recibir al Dios de la vida eterna y la justicia.
Jesús nos exhorta a ser diferentes, a vivir con justicia, mientras por otro lado pedimos: Venga tu Reino, una y otra vez. La caridad siempre es la mejor inversión espiritual porque permanece.
Cuando el pobre nada tiene y aún reparte, cuando alguien pasa sed y agua nos da, cuando el débil al más débil fortalece, va Dios mismo en nuestro mismo caminar. (Canto y Fe N° 317)
Mónica B. Rockembach
Lucas 3,7-14