Señor, guíame por el camino de tus estatutos, y yo los obedeceré hasta el fin.
Salmo 119,33-36
Los versículos del día de hoy no tienen metáforas elaboradas, su mensaje es claro: el escritor desea seguir el camino de Dios y le pide que lo guíe en esa misión. De ellos destacaré dos cosas antes de introducir mi pensamiento.
Por un lado, el deseo del salmista de obedecer las leyes “de todo corazón”. Una frase de esas que tienen cierto tono de promesa si se quiere: nos comprometemos desde uno de esos lugares que le dan sentido a la vida, desde el símbolo del origen de nuestro sentir. ¡Si será para tomar en serio esas palabras!
El segundo aspecto es que “él no está pidiendo sólo una enseñanza de palabras, él quiere saber cómo caminar y no hasta la mitad del camino sino hasta llegar al fin” (Betsy Gómez). ¿Cuántas veces empezamos proyectos que no terminamos?
Ahora sí, me gustaría que pensemos juntos sobre algo que, seguramente, nos ha interpelado alguna vez: querer seguir el camino del Señor, pero ¿cómo hago? Pregunta que tiene varias respuestas diferentes y todas válidas. Personalmente, creo que el camino está en el amor y en esas cualidades que se desprenden del acto de amar, como la compasión, la bondad, el velar por el otro. Amar, pienso que nace del encuentro con el otro y con uno mismo: cuando vivimos en comunión con nuestros pares pero también conmigo mismo. ¿No es amar el principal mandato de Dios?
Sofía Hitateguy