Den gracias al Señor, porque él es bueno, porque su amor es eterno.

Salmo 118,29

Pedrito fue rescatado luego de 14 días sepultado entre los restos del terremoto en Filipinas en el año 1990.

Naqsha fue trasladada inconsciente al hospital, pero sobrevivió tras permanecer enterrada 63 días en la cocina de su casa destruida por el terremoto del 2005 en Pakistán.

Evans se mantuvo con vida bebiendo agua de alcantarillas en los 27 días que tardó su rescate de entre los escombros del terremoto de Haití en 2010. 22 días después de ese trágico terremoto, otro milagro se producía cuando los equipos de socorristas encontraban a Elizabeth, una beba de 22 días, con vida.

Y si buscamos información, seguramente podremos encontrar más casos como estos.

Siempre que ocurre un desastre, sentimos una inmensa conmoción y seguramente en más de una oportunidad hemos escuchado, o nos hemos preguntado, ¿dónde estuvo Dios en ese momento? ¿Cómo hago para creer lo que me dice este Salmo?

Y sin embargo… ahí está él, en ese milagro en medio del desastre, en esa lágrima que se nos escapa cuando conocemos los detalles de estas historias.

Ahí está él en esos pequeños milagros que se producen; aunque no haya catástrofes, él está siempre, aun cuando creemos que no lo necesitamos.

¿Podemos sentir su presencia a pesar de los problemas? O quizás mejor aún, ¿podemos sentir su presencia especialmente en esos momentos difíciles?

Si es así, querido hermano, entonces usted está disfrutando del inmenso amor de Dios.

Dice una canción que cantan nuestros niños en la escuelita bíblica:
El amor de Dios es maravilloso.
¡Grande es el amor de Dios!
Tan alto que no puedo estar arriba de él.
Tan profundo que no puedo estar abajo de él.
Tan ancho que no puedo estar afuera de él.
¡Grande es el amor de Dios!

Alejandro Faber

Salmo 118,15-29

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