Dichosos los que se conducen sin tacha.
Salmo 119,1

¿Recuerdan cuántas veces alguien les dijo que hicieron algo perfecto? Qué buena sensación: “Hice algo perfecto”. La verdad es que no ocurre muy seguido. Que yo no soy perfecto, mis padres me lo hicieron entender muy temprano. En la escuela, seguro que me alcanzan los dedos de una mano para contar las veces que la maestra me dijo que mi conducta, mi examen, o que mis deberes eran perfectos. Y en el trabajo, si un patrón o capataz le dice al peón o empleado que su trabajo es perfecto, seguro luego tendrá miedo de que éste afloje en su calidad. Aunque podemos decir que la creación de Dios es perfecta, nosotros los humanos nunca fuimos ni somos perfectos. Y la Biblia nos los explica con el relato del paraíso. ¿Cómo entonces el salmista nos habla de aquellos “que se conducen sin tacha”?
Si una persona nos dice: “Estoy muy feliz porque soy muy bueno”, nos suena más que sospechoso. Me imagino que el salmista nos quiere decir: “Busquen en sus vidas una buena conducta y van a ver cómo esto les trae felicidad”. Es un aprendizaje en la vida y comienza cuando somos chicos: sentir que estamos haciendo algo bien, que nuestro trato en la familia y con los demás está bien, que podemos colaborar con ganas en una buena obra, es ahí donde crece la felicidad en nuestros corazones. El hecho de que nunca vamos a ser perfectos no nos debe frustrar sino, al contrario, animar a buscar nuestros dones y virtudes y alegrarnos cada vez que podemos agregar un granito de arena para el Reino de Dios.
Busca primero el reino de Dios y su perfecta justicia, y lo demás añadido será. (Canto y Fe Nº 329)

Detlef Venhaus
Salmo 119,1-3

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