Ni se dan cuenta de que es mejor para ustedes que muera un solo hombre por el pueblo, y no que toda la nación sea destruida.

Juan 11,50

Es sorprendente que Jesús haya tenido los mayores problemas con los fariseos y sacerdotes. Curioso porque éstos eran los que -precisamente- debían llevar a la gente ante Dios, debían ser el puente entre el cielo y la tierra, y reconocer la visita del Todopoderoso en Cristo. Y es que se da el caso donde no se reconoce ni se valora lo que se tiene cerca, eso le pasó a la religión de la época con Jesús.
¿Es la Iglesia hoy mejor que esta forma de religión del primer siglo? ¿No habrá aspectos de la propia Iglesia cristiana que cortan esta cadena entre Dios y el ser humano? ¿No estaremos prefiriendo el papel de regalo antes que el regalo mismo?
Quizás las estructuras, nuestras teologías, nuestra actitud de estar y detentar la verdad por sobre otros sean elementos que nos absorban. El ser humano, preocupado más de lo que dicen los hombres que lo que dice Dios, termina crucificando a su Hijo. ¿Qué elementos nos hacen dejar de lado el centro del cristianismo y así seguir un camino propio?
Pero Jesús sigue siendo el Señor de la Iglesia, nos recuerda que, precisamente, su muerte es por esta humanidad, no porque sea merecedora de la Gracia, sino porque está necesitada de misericordia, perdón y restauración; muere por esa Iglesia, que a veces pierde el rumbo pero que su mano nos devuelve al camino de la vida.
Señor, abre los ojos, y ayúdanos a verte y no separarnos de Ti.

Alexis Salgado

Juan 11,46-57

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