Tú, que en mi angustia me diste alivio, ¡ten compasión de mí, y escucha mi oración!
Salmo 4,1
Un niño pequeño pronto reconoce los brazos protectores de su madre, quien lo sostiene, le brinda consuelo y se asegura de atender cada necesidad de ese nuevo ser que ha llegado al mundo.
A medida que ese niño crece, sus necesidades van cambiando, pero siempre vuelve a existir la necesidad del contacto, del consejo y la escucha.
En nuestra vida experimentamos momentos de tranquilidad y alegría, así como también períodos de espera y angustia. Al igual que un niño pequeño que busca el contacto físico con su madre porque sabe que se sentirá seguro y consolado, nosotros buscamos y anhelamos la presencia de Dios en nuestra vida, sabiendo que Él sostendrá cada pena y dolor de acuerdo a su santa voluntad.
Conocemos y reconocemos a Dios tanto en momentos de bonanza como en tiempos de gran necesidad. Al igual que el salmista, clamamos a Dios, esperando ser escuchados como en ocasiones previas. Quizás sea importante detenernos un instante, pedirle a Dios que nos guíe en su camino y, a pesar de la incertidumbre o desesperación, tomarnos un momento para comunicarnos con Dios. Sin lugar a dudas, nos traerá grandes bendiciones.
Padre Eterno, Dios justo y soberano, te suplicamos que nos escuches y nos alivies de nuestras cargas, ya que la angustia que sentimos es abrumadora. Reconocemos que tu misericordia es infinita y tu amor perdura eternamente. Danos fortaleza para perseverar en medio de nuestra debilidad, y susténtanos con tu poder. Te lo pedimos en el nombre de Jesucristo, nuestro Señor y Salvador. Amén.
Mirta Cristina Wagner
Salmo 4,1-2
Temas: angustia, alivio, consuelo
Mirta Cristina Wagner, estudiante de Teología, Congregación Evangélica de Crespo, Iglesia Evangélica del Río de la Plata, Crespo, Entre Ríos, Argentina.