Bien sabemos que Dios no escucha a los pecadores; solamente escucha a los que lo adoran y hacen su voluntad.

Juan 9,31

De niño aprendimos en la Escuelita Bíblica que la oración es hablar con Dios. Y allí seguía la pregunta: ¿Escucha Dios mi oración? Nuestro texto nos afirma que Dios sí escucha, pero condicionado a que lo adoremos y hagamos su voluntad. Preciosas son las palabras del Salmo 116,1: “Amo al Señor porque ha escuchado mis súplicas”. El seguimiento de Cristo tiene su precio, pero también su privilegio, ya que nuestros ruegos y suplicas no caerán en el vacío, sino que serán tenidas en cuenta por Nuestro Dios. Un Dios que es amor y bondad, pero que también es justo, por ello no puede prestar oídos a los impíos.
Muchos son los que anhelan la bendición de Dios y su protección, pero no todos están dispuestos a adorarlo, con su tiempo, dones, y recursos. Hacer la voluntad de Dios, exige quizás algunas renuncias, las que son pequeñas comparadas con el privilegio de ser aceptados ante su trono de gloria. Todo tiene su precio, así también sabemos ahora que, para ser escuchados por Dios, primero tenemos que adorarlo y hacer su voluntad. ¿Estás dispuesto a ello? Nos ilumina 1 Juan 5,14: “Tenemos confianza en Dios, porque sabemos que, si le pedimos algo conforme a su voluntad, él nos oye.”

Fabián Pagel

Juan 9,24-34

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