Puse mi esperanza en el Señor, y él se inclinó a escuchar mis gritos.
Salmo 40,1
El salmista nos invita a meditar en el significado de la esperanza desde su propia experiencia con Dios (Salmo 25,21; 27,14; 27,9).
¿Cómo traducir este mensaje hoy cuando las comunicaciones continúan desarrollándose rápidamente y cuando, de cierta forma, confiar se torna difícil? Contrario a las relaciones humanas rápidas, generadas por las redes sociales, incluso entre personas que nunca se han encontrado cara a cara, el Salmo 40 nos invita a confiar en Dios.
Confiar significa que, aunque no hayamos visto a Dios, tenemos la certeza de que Dios mismo ha iniciado una relación que dignifica a cada persona y que en Cristo, ese mensaje se ha hecho más visible. La certeza de lo que no se ve, es el acto de un salto al vacío; es decir de vivir en fe. El salmista persevera y Dios escucha su llanto y le responde. El motor de la certeza de la salvación, un cambio constante, le permite transmitir su fe en alabanzas que expresan su amor a Dios y su servicio al prójimo.
Poner la esperanza en la voluntad de Dios, es tener coraje de dejarse mover por esa pasión conducente a vivir en comunidad y en justicia. De esos actos resultarán alabanzas vivas que expresen, diariamente, la fe renovada y que, incluso, cambien y protejan nuestro medio ambiente.
Oración: Dios, te alabamos porque así damos evidencia de tu amor. Te alabamos para que otras personas puedan oír y confiar en tu promesa de salvación. Dios de vida, sigue creando esperanza y liberándonos para descansar en tí que eres bendición y alegría. Gracias por tu fidelidad. Amén.
Patricia Cuyatti Chávez
Salmo 40,1-5