Lunes 9 de junio

 

Cuando veo el cielo y las estrellas que pusiste en él, pienso: ¿Qué es el hombre? ¿Qué es el ser humano? ¿Por qué lo recuerdas y te preocupas por él?

 

Salmo 8,3-4

 

Seguramente alguna noche diáfana y estrellada, te has hecho esas mismas preguntas filosóficas que nos hace el Salmista. ¿Qué es ser humano? ¿Y qué somos para lo trascendente?
El Salmo 8 comienza con una afirmación paradójica y sorprendente. Una clave para seguir pensándonos: “Con la alabanza de los pequeños, de los niños de pecho, has construido una fortaleza” (Salmo 8,2a). El salmista destaca que Dios construye la vida desde la fragilidad. La fuerza está en lo frágil y débil.
De todas las especies vivientes, el ser humano necesita cuidados constantes para sobrevivir y desarrollarse. ¿Significa esto que el “dominador de las especies” es muy frágil desde el inicio hasta su fin? ¿Es entonces la fragilidad la característica principal de la vida humana?
Pablo el apóstol descubrió esto mismo y lo expresó así: “El Señor me ha dicho: ‘Mi amor es todo lo que necesitas, pues mi poder se muestra plenamente en la debilidad’” (2 Corintios 12,9). Quizás podamos encontrar respuestas a las preguntas del Salmista en el amor y la misericordia de Dios hacia la fragilidad humana.
Quedan entonces otras preguntas: ¿Por qué despreciamos lo débil? ¿Por qué como humanidad damos tanta importancia a la supremacía del poder de la fuerza, reflejado en la acumulación económica, el armamentismo y las guerras? ¿Será nuestro miedo a la fragilidad y al sentirnos no amados?

 

Rubén Carlos Yennerich Weidmann

 

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