La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie consideraba sus bienes como propios, sino que todo era común entre ellos.
Hechos 4,32
De acuerdo con el libro de los Hechos, en la primera comunidad cristiana se vivía una koinonía o comunión fraterna integral donde lo espiritual estaba unido a lo material. Se trataba de una comunión de ideas cuyo mensaje central era Jesucristo el Mesías crucificado por las autoridades y resucitado por Dios. Comunión de sentimientos, expresada en el afecto que se prodigaban entre sí las y los creyentes. Comunión espiritual vivida en la oración cotidiana y la celebración de la eucaristía. Y Comunión de bienes materiales, para que a nadie le faltara lo necesario para la vida. Aunque legalmente cada uno fuera dueño de los bienes que tenía, no los consideraba propiedad privada, sino que los ponía al servicio de la comunidad y de su misión. Como Bernabé que vendió un campo que tenía y puso el dinero a disposición de los apóstoles. De este modo la naciente iglesia se ganó el respeto, la admiración y el deseo de pertenecer de muchos entre la población. Y a pesar de las persecuciones pudo expandirse transformando la realidad política y social del imperio romano.
Hoy como ayer la palabra de Dios nos invita a formar comunidades diacónicas y misioneras donde los bienes materiales sean usados para promover una espiritualidad del compartir solidario que transforme la realidad en la que nos encontramos. De este modo la iglesia crecerá en fidelidad y eficacia evangelizadora.
Queremos ser, Señor, servidores de verdad, testigos de tu amor, instrumentos de tu paz. (Canto y Fe Nº 300)
Sabino Ayala
Hechos 4,32-37