Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos, y por mí, a fin de que al abrir mi boca sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del Evangelio.

Efesios 6,18-19

Pablo, el apóstol, escribió a la congregación de Éfeso una profunda carta donde comparte verdades del Evangelio. A estas verdades las llama “misterios”, pues estaban en una ciudad donde eso era importante, y pensando que de ese modo entenderían mejor. Hay que recordar que Éfeso poseía una de las siete maravillas del mundo antiguo: el templo de Diana (Artemisa) donde se practicaba lo mágico y misterioso; a fin de persuadir a la gente a creer.
El apóstol debió esforzarse mucho para que los efesios aceptaran a Jesucristo sin tanta magia. Por esa causa les pide que oren al Señor por fortaleza y sabiduría al predicar la Palabra del Padre en Jesucristo Señor nuestro, en especial para que no recaigan en una religión llena de supersticiones.
Tal vez nosotros hoy no tengamos iguales preocupaciones (¿o sí?) pero ¡cuidado! Si estamos pensando que este mensaje de Pablo no tiene que ver con nuestro día a día. No sea cosa que nos estemos inclinando demasiado hacia pensamientos y creencias que nos alejen de la fe en Cristo. Entonces estamos corriendo el riesgo de perder elementos de mucho valor para la vida, ésta y la eterna. Pensemos; esto por lo que luchamos tanto, ¿vale la pena?
Quiera el Señor que, como Pablo, oremos por la verdadera fortaleza que garantiza el equilibrio que solo trae la fe en Jesucristo.
Si vivimos desprovistos de paz, gozo y santo amor, esto es porque no llevamos todo a Dios en oración. (Cántico Nuevo Nº 342)

Alicia S. Gonnet

Efesios 6,18-24

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