Señor, no me niegues tu ternura ¡que siempre me acompañen tu misericordia y tu fidelidad!
Salmo 40,11

La súplica que el salmista entrega a Dios: “que siempre me acompañen tu misericordia y fidelidad”, es un encargo de permanecer en Dios a fin de continuar viviendo en su gracia compasiva. La oración es otra forma de alabar a Dios, reconociendo el acompañamiento y enseñanzas de vivir en constante perseverancia. Esa es la llave de esta relación.
Y el salmista no guarda esa experiencia como un tesoro para sí mismo. Él las comparte en palabras y hechos. Ha explicado el significado de la salvación y trata de vivir, afirmando el amor misericordioso de Dios y su presencia.
Hoy, Dios sigue siendo fiel. Como seguidores y seguidoras nos toca demostrar ese balance entre nuestra convicción y la práctica del amor que dignifica. El amor tiene el potencial de incluir, de ver en la diversidad un regalo, el cuidado mutuo y de la creación porque, en todo, Dios continúa revelando su imagen. Nadie se siente completamente seguro, ni todas las personas confían aún en las iglesias. Las incertezas creadas por nuestra destructiva terquedad o por el deseo escondido de ser mejores que otras/os es señal suficiente para volver a Dios y para reaprender a convivir en humildad con quienes son diferentes.

Oración: Dios, no somos inmunes a los desafíos de la vida. Perdónanos y acércanos a ti, a fin de comprender tu visión de justicia. Guíanos compasiva y sabiamente en las jornadas de fe. Amén.

Patricia Cuyatti Chávez
Salmo 40,6-11

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