Martes 11 de febrero

 

El Señor cuida el camino de los justos, pero el camino de los malos lleva al desastre.

 

Salmo 1,6

 

Vivimos rodeados de noticias de mucha violencia: familiar, de persona a persona; de pueblos en guerra unos contra otros; miles y miles de migrantes y refugiados; sin mencionar el hambre. Esta violencia proviene de aquellos que desde su poder deciden ir a la guerra con otros pueblos; los que persiguen a ciudadanos que piensan diferente; los que salen a robar e incluso matar; los traficantes y vendedores de drogas; los que engañan a sus amigos; los que ofenden; los que son infieles a sus parejas. Esto nos desanima y entristece. Y muchos se preguntan: ¿qué presencia tiene Dios en la mente de sus criaturas que causan tanta maldad? ¿No puede Dios actuar y rectificar tanto sufrimiento?
La enseñanza que recibimos es dura: no responder a un golpe con otro golpe, a una maldad recibida con otra maldad, sino poner la otra mejilla. Nos han enseñado que Dios observa el camino de cada uno, como aclara el salmista al decir que Dios nos “cuida”. Podemos confiar en esto como un ancla para nuestra fe: es Dios quien tiene la última palabra. Esto es válido tanto para los justos como para los malos, como dice el salmista. Él dará a cada uno lo que merece. Al final, Él es justo. Esto nos da ánimo.
Pero también dice: “el camino de los malos lleva al desastre”. Es decir, se provocan su propio castigo, incluso en esta vida terrenal. ¿Es necesario describir la aflicción que están experimentando en su espíritu y en su cuerpo al ser prisioneros del mal, lo triste y difícil que es vivir sin esperanza?

 

Everardo Stephan

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