Tú colmas el año de bendiciones, tus nubes derraman abundancia; los pastos del desierto están verdes y los montes se visten de gala; los llanos se cubren de rebaños, los valles se revisten de trigales; ¡todos cantan y gritan de alegría!
Salmo 65,11-13

Al contemplar el esplendor de la creación no podemos dejar de alabar a Dios por su gran obra. Él sostiene la vida, mostrándonos en cada rincón del universo su poder, su misericordia y su infinito amor.
¡Qué nuestras vidas sean un canto de alegría y alabanza! ¡Qué logremos ser fuente de bendición para nuestros hermanos y hermanas y para toda la creación! ¡Qué podamos proclamar el amor de Dios con todo nuestro ser, con nuestra hermosa diversidad y regar de gritos de alabanza cada camino que hemos de transitar! ¡Qué cada palabra de nuestras bocas hable del amor de Dios! ¡Qué cada gesto, cada acción, cada palabra, silencio y mirada refleje como un espejo la gloria de nuestro Señor!
Unámonos al sol con su luz, a la luna y a las estrellas, al agua que corre con fuerza abriendo surco en la tierra. Unámonos a la brisa que nos regala su frescura, a los maizales que visten los campos y a cada árbol que se yergue sobre la tierra. Unámonos a los cerros y las montañas, a las fieras, los reptiles y todo pájaro que vuela en el cielo. Unámonos a la creación toda. ¡Sí! nosotros y nosotras, que somos parte de ese gran entramado de vida, alabemos y cantemos con alegría: Señor, mi Dios, al contemplar los cielos, el firmamento y las estrellas mil, al oír tu voz en los potentes truenos y ver brillar al sol en su cenit. Mi corazón entona la canción: ¡Cuán grande es él! ¡Cuán grande es él! (Canto y Fe N° 183)
Salmo 65,10-13

Sergio Utz

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