No quiero decir que ya lo haya conseguido todo, ni que ya sea perfecto; pero sigo adelante con la esperanza de alcanzarlo, puesto que Cristo Jesús me alcanzó primero.

Filipenses 3,12

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Y aquí estás nuevamente, angustia. Me pregunto, y me cuestiono no pocas veces, si no es falta de fe, sentir miedo de que a mi hijo y a su pareja pueda pasarles algo durante su viaje.

Ya en muchas otras oportunidades el Señor me demostró su contención, su paciencia y su amor, pero… aquí estamos con esa sen-sación.

¿Que significará ser perfecto? ¿Acaso debo convertirme en una máquina que no sienta nostalgia, que no extrañe, que no tenga ganas de compartir risas, llantos y abrazos con un ser amado que está lejos? ¿Dejar de ser humano?

No creo que esa sea la voluntad de Dios. Si él mismo, hecho hombre tuvo esos sentimientos.

¿O a usted nunca le pasó, querido lector? Y tenemos que seguir adelante, como dice Pablo, buscando con esperanza la tan ansiada paz que sólo el Señor puede darnos.

¡Eureka! ¡Creo que encontré la llave! ¿No será que la fe no nos libera del sufrimiento? Y no, claro, si no sentimos nada es porque es-tamos muertos.

Más bien, la fe debe darnos la certeza de que estamos en el camino, y que en ese caminar no estamos solos, porque Jesús ya sufrió por nosotros y ahora toma nuestra mano y nos ayuda a seguir adelante.

Señor, te pido por todos aquellos que por diferentes motivos sentimos angustia en nuestros corazones, que nos tiendas tu mano y que ha-gas más llevadero el camino. Vos mejor que nadie sabés cómo hacerlo. Amén.

Alejandro Faber

 

Filipenses 3,12-21

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