Este es nuestro Dios, en él confiamos y él nos salvó.

Isaías 25,9

Los profetas tenían la tarea de anunciarle al pueblo la voluntad de Dios. El propio Isaías, en muchas situaciones, estaba muy enojado y anunció la furia de Dios porque el pueblo no se portaba bien, no cumplía la voluntad de Dios. En este capítulo, sin embargo, entona un canto de alabanza a Dios por todo lo que ha hecho y está haciendo.
En esta ambivalencia entre el mal, el reto, el perdón y la gloria vivimos también nosotros y en todos los tiempos. Los seres humanos del mundo nunca fueron mujeres y hombres perfectos, y casi como un ritual pedimos perdón y seguimos el camino. Es cierto que Dios nos perdona cuando se lo pedimos. Pero esto tampoco debe convertirse en una rutina, así como lavar la ropa sucia. Porque en el nuevo pacto que Dios nos ofrece a partir de muerte y resurrección de Jesucristo él mismo nos lleva a una vida tranquila donde podemos sentir confianza y salvación.
Hay una diferencia entre acostarme de noche, pensar en todos los pecados que he cometido en el día y pedir perdón en oración o pen- sar en lo lindo que fue el acompañamiento de Dios, cuán hermosa es la creación en la cual tengo el privilegio de vivir y agradecer a Dios por la vida. Dios sabe que no soy perfecto, y así me ama. Es por esto que puedo vivir tranquilo y sentirme salvado. Puedo iniciar cada nuevo día con la gloria a Dios y el propósito de luchar por un mundo más justo, comenzando en mi pequeño mundo, y compartir el amor que Dios siembra todos los días de nuevo en mi corazón.
¡Este es el día! ¡Este es el día! ¡Este es el día que hizo el Señor! (Canto y Fe Nº 180)

Detlef Venhaus

Isaías 25,1-9

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