Ustedes los reyes: ¡sean prudentes! Y ustedes los jueces: ¡Admitan la corrección!
Salmo 2,8

¡A buen entendedor, pocas palabras! En dos versos sucesivos, el salmo pone el dedo en la llaga, reclamando prudencia y humildad para reconocer los errores. Este reclamo es necesario, justamente, porque la realidad demuestra la imprudencia de los reyes y la falta de humildad de quienes juzgan los asuntos inherentes a la población. Se trata de los sectores que tienen la sartén por el mango y frente a los cuales es difícil conseguir una instancia de apelación. Se alude a quienes tienen en sus manos las decisiones acerca del rumbo de la nación y del mundo. Estamos a una distancia histórica de más de 2500 años de la composición del salmo y, sin embargo, este reclamo sigue vigente, no solo a nivel nacional, sino global. El rumbo de la política, de la economía y de quienes son responsables de las decisiones de mayor envergadura está muy lejos de la prudencia, la sabiduría y la humildad. Mientras se condena la guerra, se trabaja en armas cada vez más letales y quirúrgicas en una actitud de profunda hipocresía que amenaza la vida total. Cada uno de los actores defiende su “prudencia” mientras sus hechos lo desmienten claramente. El orgullo predomina, justificado por esa estúpida sentencia de que no se pueden reconocer errores porque esto alimenta al adversario. El mundo parece gobernado por una imprudencia maciza, sin fisuras. Escuchar es una perla de gran precio difícil de encontrar. Las denuncias contra lo malo son aquilatadas en términos de intereses. El reclamo de prudencia es urgente, también para cada uno de nosotros/as. Además, necesitamos volver a construir humildad y reconocer los errores en cada ámbito. Estamos llamados/as a poner lo que es de bendición en primer lugar para que haya esperanza.

Juan Carlos Wagner
Salmo 2,8-12

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