Yo, que soy la luz, he venido al mundo para que los que creen en mí no se queden en la oscuridad.

Juan 12,46

Según Juan, éstas son las últimas palabras que pronuncia Jesús durante su predicación en público, es decir delante de un grupo numeroso. De aquí en adelante, enseñará a sus discípulos.
Podemos leer dos palabras contrapuestas, o antónimos, como lo son Luz y Oscuridad. Hay una línea muy delgada entre una y otra; podemos caminar por la senda iluminada y de repente, atravesar un valle de profunda oscuridad. ¡Así se presenta la vida!
A cada paso, las sombras nos quieren envolver y atrapar: los pensamientos negativos, los actos destructivos, los sentimientos de muerte, etc. Pero tengamos presente que los cristianos somos llamados a seguir a Jesús, que ejerce un magnetismo y una atracción infinitos, y somos salvos gracias al regalo divino que hemos recibido de nuestro Padre.
Jesús es la luz del mundo, si nuestra luz no se encuentra en EL, ¡Cuán profunda es nuestra oscuridad!
Padre: quiero caminar en la luz contigo. La oscuridad del Calvario no extinguió la luz de Jesús; hizo que brillara aún más para mí. En la cruz, veo tu amor por mí. En la cruz, Jesús quitó mi pecado. Gracias, Padre, por la gracia de tu salvación. Gracias Jesús por tu increíble sacrificio. Amén.
Caminemos a la luz de Dios, caminemos a la luz de Dios. Caminemos todos, caminemos juntos, caminemos a la luz de Dios. (Canto y Fe N° 151)

Sandra Cirulli

Juan 12,44-50

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