Martes 16 de abril

Aunque pase por el más oscuro de los valles, no temeré peligro alguno, porque tú, Señor, estás conmigo; tu vara y tu bastón me inspiran confianza.
Salmo 23,4

Todos los humanos transitamos muchos momentos difíciles en la vida, en los que no sabemos cómo continuar. Es más, en lo personal, en muchas oportunidades me pregunté: “¿cómo sigo?” Y aunque tenía personas muy queridas que me sostenían, el mundo parecía desplomarse. Seguir, significaba tomar decisiones personales que con seguridad también afectaba a quienes me rodeaban. Directa o indirectamente, mi angustia y desazón no eran sólo mías.

Lo más difícil que me tocó vivir fueron las enfermedades y la muerte de mis seres queridos. Por eso creo que muchas veces nos hacemos problemas por cuestiones banales y sólo dimensionamos lo importante cuando nos encontramos en estas situaciones límites.

Entre los recursos primordiales que nos brindan apoyo e infunden la seguridad que a veces nos falta, además de la oración, se encuentran Salmos como este. Son herramientas legadas por mis ancestros, en particular, mi madre, quien solía recitarlos con regularidad.

También tengo una firme creencia de que en los momentos más difíciles, Dios coloca personas a nuestro lado para sostenemos y acompañarnos. A través de las Escrituras, Él nos brinda palabras que nos llenan de fe, esperanza y tranquilidad, mientras atravesamos esas circunstancias. Esto nos permite seguir adelante hasta que la calma retorne y podamos continuar nuestro camino.
Recordemos que Eclesiastés 3 nos dice: “Todo tiene su momento oportuno; hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo”.

Por ello, doy gracias a Dios y a aquellos que me transmitieron y enseñaron textos con declaraciones como esta: sin importar las circunstancias, Él siempre nos acompaña. Amén.

María Esther Norval

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