Entonces la madre del niño vivo, llena de compasión por su hijo, suplicó al rey: “¡Ay su majestad! ¡No lo maten! ¡Que se quede esa mujer con el niño vivo!”
1 Reyes 3,26 a-b (RVC)
Desde hace algún tiempo en la sociedad argentina se utiliza mucho la palabra complejo/a para representar situaciones “delicadas”. Tengo la impresión que el uso recurrente de esta expresión: “es una situación compleja”, enmascara, disfraza y suaviza situaciones que son francamente injustas, tristes, difíciles, pesadas.
¿Cómo definir este pleito ante el rey Salomón entre dos mujeres que habían sido madres, cuando un bebé murió y otro vive? (Es oportuno leer 1 Reyes 3,16-28 para entender un poco más). ¿Cómo mirar más de cerca una situación muy triste?
¿Cómo trabajar la empatía, es decir, ponernos en la piel del/de la otro/a? Es una situación dramática donde hay sufrimiento, que es parte de una situación de vulnerabilidad de dos mujeres que ejercen la prostitución y conviven. Es una situación que pone a prueba el vínculo con los hijos. Es una situación que sucede en lo escondido, donde no queremos ver, ni mirar y que estalla por una muerte.
Muchas veces reaccionamos cuando alguien muere, de otro modo somos indiferentes. ¡Muchas situaciones como ésta son actuales y suceden cada día en lo escondido: abuso, violencia, miseria, injusticia, hambre! La etiqueta “complejo” no resuelve ni aclara, esconde. En los momentos decisivos es importante llamar a las cosas por su nombre y buscar lo bueno, aunque implique “perder”.
La célebre decisión de Salomón de cortar al niño vivo en dos precipita la situación a un extremo impensable. La actitud de la mamá verdadera es de un profundo amor. Amor que da la valentía de entregar a su propio hijo a la otra mujer para salvarle la vida. Es una actitud maravillosa que suena a evangelio, a buena noticia, donde resuena un eco de Dios mismo y de su amor por nosotros.
Juan Carlos Wagner