Es necesario, pues, que de estos hombres que han estado junto con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entraba y salía entre nosotros, comenzando desde el bautismo de Juan hasta el día en que de entre nosotros fue recibido arriba, uno sea hecho testigo con nosotros, de su resurrección.

Hechos 1,21-22

Este relato bíblico refiere a la elección de una persona para que formara parte del ministerio de los apóstoles. Para ello debía conocer a Jesús, ser testigo de su vida y obra y tener la experiencia del encuentro con el Resucitado, quien lo llevara a la fe y el seguimiento.

Todos en algún momento de nuestras vidas hemos tenido experiencias buenas, otras no tan buenas, o hemos encontrado a Dios a través de un prójimo etcétera. He aquí, que todos somos llamados, elegidos, invitados a formar parte para servir a Dios de muchas maneras, a través de los dones que cada uno tiene, y a través de nuestro testimonio de vida.

El Señor conoce los corazones de todos y sabe cuáles son nuestras intenciones. Así como Jesús envió a sus discípulos a anunciar la buena noticia al mundo, así también nos llama hoy, nos invita y nos envía a proclamar su palabra como testigos de fe.

Jesús nos asegura que no estaremos solos, que el miedo se alejará de nosotros, que el Espíritu Santo nos guiará por el camino recto y justo para que el anuncio de la buena noticia llegue hasta los confines de la Tierra.

Gracias a la vida de Jesús y a las enseñanzas que él trasmitió a sus discípulos para que ellos las trasmitieran a otros a través de sus testimonios, y gracias a su presencia como Señor y Salvador Resucitado entre nosotros, a medida que aprendemos, vamos enseñando a los demás, gracias al Espíritu Santo que obra en cada uno de nosotros.

El Señor nos dice:

Yo soy quien te manda que tengas valor y firmeza. No tengas miedo ni te desanimes, porque yo, tu Señor y Dios estaré contigo dondequiera que vayas. (Canto y Fe N° 276).

Rufina Rapp

Hechos 1,15-26

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