Y ustedes saben, hermanos, que nuestra visita a ustedes no fue en vano.
1 Tesalonicenses 2,1
Siempre me ha gustado rodearme de naturaleza para meditar y escribir mis reflexiones. El otro día fui al campo y recorriendo un espacio verde encontré dos huevos, un poco más grandes que los de codornices, se acercó mi hija y me contó lo siguiente:
“Esos huevos son de pájaro, (Pirincho) el otro día sobrevolaban bajito el lugar y se notaba en su vuelo mucha preocupación, nunca los había visto así, caminé un poco más y encontré un pichoncito que se había caído del nido, estaba rodeado de perros que lo amenazaban… lo tomé en mis manos y al no saber dónde estaba su nido, camine varios metros para llevarlo a un lugar seguro, ahora ellos me acompañaban tranquilos en su vuelo, seguramente percibieron que su pichoncito estaba a salvo.”
Me puse a pensar:
¿Cuántas veces nos caemos de las manos de Dios, nos alejamos de él y corremos peligro?
¿Cuántas veces necesitamos ser auxiliados al soltarnos de Sus manos poderosas?
¿Cuántas veces nuestra confianza en nosotros mismos nos aleja de los caminos de Dios?
Pero es aquí, cuando Dios sobrevuela con su Espíritu sobre nosotros para protegernos y alejarnos del peligro llevándonos a un lugar seguro… ¡Las veces que mandará a alguien para que nos rescate, así como Marisol rescató al pichoncito…! Ese alguien puede ser un ángel, una persona enviada por Dios para auxiliarnos o Dios mismo.
¿Seré yo la que se cayó del nido, o seré quien rescate al que está corriendo peligro?
Guárdame Señor Jesús, para que no caiga; Cual sarmiento en una vid Vida de ti traiga. (Culto Cristiano Nº 245)
Amalia Elsasser
1 Tesalonicenses 2,1-14