Ellas les servirán como prueba para que, en el futuro, cuando sus hijos les pregunten: “¿Qué significan estas piedras?…”
Josué 4,6
Después de un largo viaje por el desierto, llegó el momento en que el pueblo hebreo entrara en la tierra que Dios le había prometido. Sin embargo había un problema, las personas llegaron hasta el río Jordán y se detuvieron. El pueblo caminó y caminó, para que al final un río les impida entrar a la tierra prometida. ¿Qué hacemos? Y se genera un nuevo cruce de las aguas. Pero con otra generación; no son los mismos, pero sí se dan cuenta de que tienen al mismo Dios, que con la imagen del arca de la alianza junto con los sacerdotes, abren el camino como en el cruce del Mar Rojo. Este momento le da sentido a todo el recorrido que han llevado adelante. En todas las penurias, todas las situaciones de tristezas, enojos, incertidumbre, descubren a un Dios que estuvo y está al lado de su pueblo.
Y se utiliza la presencia del arca, presencia de Dios en medio de la gente. Josué enfatiza la necesidad de hacer un monumento con las doce piedras representando a todo el pueblo. Pero es un recuerdo que busca reafirmar la confianza hacia el Dios que siempre estuvo junto a ellos y ellas. Traer a la memoria la presencia de Dios en nuestra vida, es un desafío fortalecedor. Poder recuperar la forma como nos acompañó en momentos duros. Y quizás como se hizo presente por medio de alguna persona que se detuvo a darnos compañía y palabras de consuelo, ánimo y paz.
En estos tiempos estamos invitados e invitadas a ser instrumentos de la presencia de Dios en la vida de nuestro prójimo… ayúdanos en ese caminar. Amén.
Mario Gonzales
Josué 4,1-5,1