Martes 18 de julio

Pero tú, Señor, eres Dios tierno y compasivo, paciente, todo amor y verdad.
Salmo 86,15
Hoy se cumplen veintinueve años del atentado terrorista que destruyó la sede de la AMIA en Buenos Aires. Veintinueve años que una banda de insolentes y violentos que no conocen a Dios, pero que usurpando su lugar desató un infierno que se llevó la vida de ochenta y cinco personas, más de la mitad de ellas tenían entre cinco y cuarenta años, y dejó a más de trescientas personas con heridas físicas y ¿a cuántas familias y personas anímicamente destrozadas y con sus esperanzas, proyectos, sueños y deseos truncados? Ese lunes 18 de julio de 1994 estábamos terminando un campamento de jóvenes, cuando nos enteramos de la terrible noticia. Todo cambió a partir de ese momento, la tradicional mezcla de alegría por lo vivido y compartido y de tristeza por el final de un campamento se transfiguró en una sensación hasta entonces desconocida, un clima gélido, mortal, angustiante lo fue invadiendo todo. Durante la dictadura cívico militar supe lo que era estar en peligro, a merced de personajes siniestros pero que, al fin y al cabo, eran humanos de los uno ingenuamente confiaba en que podría huir . El atentado a la AMIA instaló la terrible conciencia de que el horror y la muerte pueden estallar en cualquier momento. Por eso, es necesario sostener el reclamo de verdad y justicia. Y denunciar que no hay causa que justifique de ningún atentado terrorista el horror de ni de ninguna guerra. Porque el Dios verdadero no legitima el terror sino que con amor, ternura y paciencia infinita sostiene la vida.

Sabino Ayala

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