Todos los pecadores de mi pueblo morirán a filo de espada; todos los que dicen: “Nada de eso nos pasará; el mal no va a alcanzarnos.”

Amós 9,10

Imaginate una carretilla que está bien cargada, llena hasta el borde, que de repente piensa que puede valerse por sí misma y no necesita que nadie le ayude a llevar la carga. – Dirás que podrá sostener la carga dentro de ella, pero nunca avanzará si nadie la empuja.

Nosotros solemos hacer lo mismo, o acaso peor. Pensá en lo que pasaría en tu familia si niegas a tu padre, desprecias a tu madre, maldices a tus hermanos y no querés ver nunca más a tu pareja e hijos. – Entonces prácticamente te declaras muerto para ellos. – Te habrás borrado de sus vidas.

Eso es lo que hizo el pueblo de Israel en su tiempo, y eso es lo que hacen muchos hoy en día, pensando que se pueden bastar a sí mismos.

Así, como la carretilla está hecha para “llevar” una carga de un lugar a otro, y no quedarse en un lugar sólo para “aguantar” la carga, así nosotros fuimos hechos para “llevar” una vida para ayudar a otros porque amamos y estamos agradecidos a Dios que nos creó.

Y eso debe verse en la familia y fuera de ella, y especialmente en la comunidad de fe, la congregación en la que participás.

Dios es el que me puede levantar, llevar adelante, aun cuando yo ya no puedo llevar la carga que tengo sobre mis hombros.

Justamente para sostenernos y atajar y no caer en la vanidad del orgullo y soberbia, para ayudarnos a encontrar “nuestro” camino en la vida, para eso está la Iglesia, y particularmente la congregación de fe, donde se reúnen los que buscan y aman a su Creador y Salvador.

Winfried Kaufmann

Amós 9,1-10

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