Hagan, pues, morir todo lo que hay de terrenal en ustedes…

Colosenses 3,5

Pablo afirma que los cristianos, nosotros, resucitados con Cristo, hemos muerto a las prácticas del pasado y nos renovamos a la imagen del Creador. El desafío es claro: sabemos que todo esfuerzo sin Dios resulta en frustración; debemos buscar la realización en Cristo Jesús; buscamos y mantenemos las cosas que son de lo alto en nuestro pensamiento; abandonamos las viejas prácticas antes realizadas.

La lección principal de esta enseñanza es: resucitados con Cristo, muertos para las prácticas del pasado, debemos renovarnos a la imagen de nuestro Señor.

Aprendemos de Pablo que necesitamos hacer morir todo lo que pertenece a la naturaleza humana terrenal: inmoralidad, impureza, pasión, malos deseos y ganancia, que es idolatría. Abandonen todas estas cosas: ira, indignación, maldad, injurias y lenguaje indecente al hablar. Ya no mientan unos a otros. Ahora ustedes son personas nuevas. Pues Cristo está en todo y en todos, y ya no hay diferencia entre las personas.

Sabemos que somos resucitados con Cristo y muertos para el pasado, un privilegio y compromiso que deben estar siempre ante nosotros. En el día a día somos desafiados a extinguir todo pasado que no agrada a Dios. La fórmula para hacer morir el pasado es vivir para agradar a Dios. Esta transformación es vista por el modo en que pasamos a pensar y actuar, manteniendo el pensamiento en las cosas de lo alto, y no en las cosas terrenales. De este modo: resucitamos con Cristo, morimos para el pasado y experimentamos la transformación.

“El reino de Dios viene a nosotros cuando el Padre celestial nos da su Espíritu Santo, para que, por su gracia, creamos en su santa Palabra y llevemos una vida piadosa en este mundo temporariamente y en el otro, eternamente.” (M. Lutero)          

Osmar Lessing

Colosenses 3,5–11

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