La ley ha sido nuestro pedagogo hasta Cristo, para ser justificados por la fe. Pero, una vez llegada la fe, ya no estamos bajo el pedagogo. Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. En efecto, todos los bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.
Gálatas 3,24-28
Desde el principio, para vivir en comunidad, se establecieron reglas y límites. Evitando que nadie subyugue a su prójimo, se instauraron normas sobre el comportamiento humano.
A su vez, la creación de leyes evidenció nuestra naturaleza transgresora, convirtiendo los conceptos de ley y justicia en un par necesario. Aun así, con un sistema de límites sociales, las personas tendemos a transgredirlas ya que su presencia no cambia nuestra naturaleza, sólo la delimita.
Ahora bien, en estos versículos podemos encontrar la respuesta para superar esta situación, para ser libres de la transgresión y romper el círculo vicioso del pecado-culpa-compensación. Dios ya nos indicó la solución: creer en Jesucristo. Ya que, al comprometernos con él, seremos libres y justificados por la fe. Como explica Pablo, seremos revestidos de él, y esa transformación de nuestra naturaleza hará que seamos uno en Cristo, sin discriminación alguna.
El poner nuestras vidas en manos de Dios y seguir las enseñanzas de Jesús, permite que tengamos un modelo superador al de la ley (en el sentido que lo explica Pablo) y podemos vivir libres, cumpliendo con las reglas sociales, no por miedo o culpa, sino bajo la creencia, el respeto y convicción de que Dios nos dio un regalo inmenso que nos desafía a vivir insertos en una sociedad individualista, compartiendo la fe, construyendo la unidad, la justicia y la paz.
Dame, Señor, la fe que puede hallar. Señales de tu amor doquiera esté; las pruebas y el dolor podrán llegar, más en mi fe, Señor, descansaré (Vicente Mendoza)
María Esther Norval
Gálatas 3,19-29