Señor, respóndeme; ¡tú eres bueno y todo amor!
Salmo 69,16

Miedo y angustia oprimen la vida del orador.
En metáforas describe su situación.
La amenaza de los enemigos se parece a las “aguas profundas”, a “la corriente que me arrastra”, al “profundo remolino que me traga y se cierra tras de mí”.
Personas viviendo experiencias como las que se viven en Ucrania y en otras regiones de nuestro mundo, que se encuentran rodeadas de guerra, describen de esa manera la amenaza a sus vidas.
Una persona que perdió a su pareja, con la que ha compartido gran parte de la vida, pierde su rumbo. Se siente arrastrada por aguas fuertes.
Él o la paciente que ha recibido el diagnóstico de una enfermedad mortal, se siente como hundiéndose en aguas profundas. ¿Qué puedo hacer? ¿Dónde encuentro ayuda?
En medio de nuestra impotencia el alma clama: “Señor, ayúdame, respóndeme!” Este grito del alma no se pierde en el aire. Personas que se enteran de tal situación se unen en oración y manifiestan así su solidaridad y apoyo. El clamor del alma se dirige a Dios que es “bueno y todo amor”. La respuesta llegará, quizás no tan rápidamente como lo esperamos. Pero al caminar se siente nuevamente el piso firme bajo los pies. Se vuelve a respirar sin miedo de aspirar agua, los ojos se sueltan de la angustia y verán cosas y personas como reflejo de la bondad y amor de Dios.
Si a mi vida llegase el dolor, la pena, luto y aflicción,
haz que nunca dude que vendrás a mí
y que Tú lo cambias todo en bendición.
Cuando el fin de todo ya cercano esté
y acabados mire lucha, afán, dolor:
Cuando al polvo vuelva lo que polvo fue,
en tu paz eterna guárdame, Señor. Amén.
(Según Culto Cristiano n° 266, estrofas 3 y 4)

Günter Kreher

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