Déjense de traerme ofrendas inútiles… no soporto más sacrificios ni ofrendas… Busquen la justicia, den sus derechos al oprimido, hagan justicia al huérfano y defiendan la viuda.
Isaías 1,17
Estimado ISAÍAS:
Quiero decirte que me quedó picando todo lo que dijiste ayer. Tal vez lo hiciste para despertarnos de nuestro largo sueño de pensar que todo está bien y que no vale la pena jugarse por descubrir por dónde pasa la actuación de Dios hoy en medio de tanta violencia, egoísmo, maldad e injusticia de todo tipo.
Hoy siento que tus palabras, tus afirmaciones están llenas de espe- ranza y desafío.
Nos presentás un Dios que no necesita que le inflemos el Ego ni que le traigamos ofrendas materiales.
Percibo, en cada palabra tuya la presencia muy cercana de Dios.
De pronto sos muy atrevido cuando decís lo que le gusta y lo que no le gusta a Dios.
Coincido porque algunos siglos después, un hombre muy sencillo de Nazaret, a quién obviamente no conociste, nos presentó un Dios muy similar al que vos nos estás mostrando. Él también dijo que Dios no necesita de nuestros sacrificios, sino de nuestra misericordia hacia los más débiles en la sociedad. Tanto el nazareno como vos coinciden en que es hora de mirar un poco más hacia nuestro alrededor.
Sí, menos palabras excelsas y más acciones sencillas.
Me fascina la claridad con la que decís por donde va realmente el cami- no hacia una vida que tiene sentido y que vale la pena ser vivida.
Hacer el bien; reprender al opresor, buscar la justicia, defender al huér- fano y cuidar la vida.
Yo, Juan Pedro, que estoy viviendo como 2600 años después de vos y un poco más de 2000 de Jesús el Nazareno quiero decirles a ambos que la sociedad en la que vivo muchas veces me dan ganas de resignarme y me cuesta aceptar el desafío tuyo, querido Isaías, y también el tuyo, Jesús de Nazaret. Me dejo entusiasmar una vez más por estar cerca de aquellos que en su dolor y sufrimiento tienen ganas de compartir sus vidas sabiendo que el Dios que ustedes nos dieron a conocer, sigue vivo; sufre y grita y anima y espera…
¿La seguimos mañana estimado ISAIAS?

Isaías 1,10-20
Juan Pedro Schaad

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