¡Óyenos, oh Dios, cuando clamemos a ti!
1 Reyes 8,52
Apreciado lector, en el mundo del siglo 21, a pesar de las muchas comunicaciones, las personas buscan aislarse y acaparar para sí todo lo que consideran que puede ser para bien o hasta salvífico para ellas. Siempre se tiene presente en pensar en lo que es mío y por supuesto lo que creo, es exclusivo. Es probable que se comparta en
la familia o en un grupo más reducido de personas.
En la Biblia, en el libro de 1° Reyes capítulo 8, se relata algo muy profundo acerca del concepto salvífico de los hombres frente a Dios. El rey Salomón ora a Dios y le pide que Él oiga a todas las personas que oren hacia el templo, que él junto con el pueblo había construido en su honor. Aún cuando ellos no hayan participado en la gran obra, o sean extranjeros totales, que los escuche y los bendiga porque así será conocido su nombre en toda la tierra.
A lo largo de los años me ha pasado que una persona que no era de la comunidad y de repente ingresa para participar del culto, muchos se dan vuelta y la miran… Siempre queda la pregunta para el recién llegado: ¿Aceptación? ¿O rechazo? Se podría decir: estamos en lo nuestro… Estamos celebrando el culto… Nuestros padres construyeron esta iglesia. Es grande el sentido de pertenencia, tanto lo material como lo espiritual.
Pero, ¡qué lindo cuando Dios y su obra es conocida en todas partes!, ¡todos quieren ser partícipes de Dios! Hoy, todos los creyentes, dicen con el rey Salomón: “¡Óyenos, oh Dios, cuando clamemos a ti!”
David Weiss