Mientras yo exista y tenga vida, cantaré himnos al Señor mi Dios.
Salmo 104,33
La música es el alimento del alma, se suele decir. Y también diría: En momentos en los cuales yo me siento llena de amor, de fe y de esperanza tengo muchas ganas de cantar y de alabar a Dios, canto con felicidad y con gratitud. La primera canción que me viene a la mente porque la canto en este tipo de momentos es aquella que lleva como título “10 mil Razones”, compuesta por el inglés Matt Redman y el sueco Jonas Myrin, y cuyo estribillo dice:
“Que todo lo que soy bendiga al Señor,
su nombre Santo es,
con todo mi ser cantaré,
su nombre alabaré”.
Pero no solo en los momentos de alegría canto este tipo de himnos. También las canto en los momentos de adversidades. Circunstancias en las cuales me falta amor, fe y esperanza. Cuando los canto con todo mi ser, con todo lo que soy, realmente renuevo mis fuerzas para continuar. Puedo sentir cómo se abre algo en mí y el vacío que sentía se llena otra vez.
En los versículos antes del Salmo 104 podemos leer: “Todos ellos esperan de ti que les des su comida a su tiempo. Tú les das, y ellos recogen; abres la mano, y se llenan de lo mejor”. Yo creo que como la comida en primera instancia alimenta al cuerpo, la música y el hecho de cantar alimenta a nuestra alma. El Hambre se puede sentir de varias maneras. Esperemos, oremos, cantemos a Dios, que Él nos de comida para el cuerpo y comida para el alma a su tiempo y que llene todo lo que esté vacío de lo mejor.
Annika Willinski