Sean aceptables a tus ojos mis palabras y mis pensamientos, oh Señor, refugio y libertador mío.
Salmo 19,14

Cuenta una historia que hace varios siglos, un joven fue a buscar consejo a un anciano porque se sentía sin valor. El anciano le entregó un anillo y le pidió que fuera al mercado y lo vendiera, al menos por una moneda de oro.
El joven se dirigió al mercado del pequeño pueblo y ofreció el anillo, pero la mejor oferta que recibió fue una moneda de bronce, y la gente incluso se burlaba del precio que él pedía. Desanimado, regresó a la casa del anciano y le dijo: “Lo siento, pero es imposible obtener lo que me pediste. Lo más que me ofrecen es una moneda de bronce”. El anciano, con una sonrisa, respondió: “No te preocupes. Para aclarar las cosas, ve al joyero y averigua cuánto vale realmente el anillo, pero no lo vendas”.
El joyero, después de examinar el anillo durante unos minutos, le dijo que era “una pieza única” y que estaba dispuesto a comprarlo por “50 monedas de oro”. El joven regresó emocionado a la casa del anciano y le compartió lo que el joyero le había ofrecido.
El anciano le miró a los ojos y dijo: “¿Te das cuenta? Todos somos como esta joya: somos valiosos y somos únicos, pero andamos por los mercados de la vida pretendiendo que personas inexpertas nos digan cuál es nuestro auténtico valor”. (Cuento de Jorge Bucay)
Señor, como pecadores reconocemos que tenemos mucho que aprender. A veces no nos damos cuenta de nuestros errores y nos creemos dueños de la verdad, otras veces no nos cuidamos y no valoramos nuestra historia y nuestro camino. Ayúdanos, Señor, a encontrar un sano equilibrio en nuestra mirada, nuestros pensamientos y nuestros gestos. Amén.
Salmo 19,12-14

Jhonatan Schubert

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