Líbrame de la violencia humana, pues quiero cumplir tus preceptos.
Salmo 119,134

El salmista muestra la realidad de violencia en que vive la humanidad. En medio de esta situación, él quiere cumplir los preceptos de Dios, pero le cuesta.
Alguna vez habremos escuchado o dicho: “Quiero hacer tal cosa, pero no puedo, no me sale”. Y seguramente también habremos escuchado o dicho: “¡Vamos, no bajes los brazos! ¡Podés hacerlo! Hay que practicar, ensayar, estudiar… yo te acompaño”. Cada objetivo requiere un esfuerzo, pero tener a alguien que anime, acompañe y confíe en nosotros es un punto de partida para poder lograrlo.
Dios, a través de Jesucristo, del Espíritu Santo y de muchos hermanos y hermanas, nos alienta, anima y fortalece para que no bajemos los brazos en la búsqueda de una sociedad y un mundo mejor, porque cumplir con los preceptos del Señor se traduce en una alternativa a esta violencia constante que nos toca vivir en el mundo.
Cuesta. Cuesta tiempo, esfuerzo y hasta vida, pero vale la pena intentarlo, y mucho más cuando no lo hacemos solos/as.
Pensar en un presente y un futuro más cercanos a los preceptos de Dios, no es algo de ensueño o idílico, sino algo que puede gestarse desde nuestras acciones, desde lo que nos animemos a hacer en función de que la gracia, el perdón y el amor de Dios puedan ser experimentados, en contraposición a la violencia, el llanto y el dolor que, como humanidad, nos cuesta dejar de lado.
Dios de la vida, anímanos, fortalécenos, acompáñanos. Queremos cumplir con tus preceptos, pues ellos son vida nueva, en medio de un mundo rodeado de violencia y sombras de muerte. Amén.

Joel A. Nagel

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