Por eso, Señor y Dios, no puedo quedarme en silencio: ¡te cantaré himnos de alabanza y siempre te daré gracias!
Salmo 30,12
El silencio puede ser sabio en ciertas ocasiones, como nos enseñan otros pasajes bíblicos. A veces, es mejor callar antes de pronunciar palabras inapropiadas o hirientes. Sin embargo, también hay momentos en los que nuestro deber como cristianos es hablar y ayudar a los demás.
En nuestro trabajo, en la plaza, a menudo encontramos personas que están pasando por dificultades y, con demasiada frecuencia, nos quedamos callados. No obstante, es posible que el otro esté necesitando una palabra de consuelo o una muestra del amor de Dios justo en el momento en que su camino se oscurece y no encuentra salida. Nosotros, que conocemos la verdadera salida, podemos compartir la esperanza que proviene de Dios y Su Palabra.
El apóstol Pablo nos exhorta en 2 Timoteo 1:8 diciendo: «No te avergüences, pues, de dar testimonio a favor de nuestro Señor». Hablar de Dios y Su gran amor tiene el poder de cambiar la vida de aquellos que están necesitados. Alguien mencionó lo beneficioso que es saludar a las personas y bendecirlas al despedirnos. Con tan solo decir «bendiciones», podemos transmitir al otro que nuestra creencia en el Todopoderoso nos lleva a extender ese regalo de Dios hacia ellos también. Es una manera sencilla pero significativa de dar testimonio y hacer que el otro se sienta bajo la protección y el acompañamiento del Señor.
Permítanme orar para que el Señor les conceda las fuerzas necesarias para llevarlo a cabo. Amén.
Dario Dorsch