Martes 25 de octubre


Después miré, y vi que el Cordero estaba de pie sobre el monte Sión, y con ciento cuarenta y cuatro mil que tenían el nombre de él y el de su Padre escrito en la frente.

Apocalipsis 14,1

Según se desprende de aquel razonable consejo popular solo es posible anunciar y festejar victoria cuando ésta llegó. Muchas veces también ponemos esto en práctica. Sin embargo para los asuntos decisivos y profundos de nuestra vida, esos que conllevan tiempo, esfuerzo y lucha, lo que de antemano nos moviliza es la fe y la esperanza de que hemos de triunfar. Que es como saborear una anticipada victoria y aproximar el momento del triunfo que en Dios esperamos.
El profeta Juan anuncia, como quien ya lo vive, el triunfo definitivo del Cordero junto a quienes no se dejaron corromper por el pecado y el mal, quienes llevan grabado el nombre del Cordero y del Padre en su frente, quienes solo a Dios le pertenecen. Por eso participan triunfales de la celebración perfecta (Apocalipsis 14,2ss) junto al Hijo y la voz del cielo, que es estruendo, música de arpas y un canto nuevo. Canto alegre y victorioso que solo pueden cantar quienes perseveraron y se mantuvieron fieles a Dios y al Cordero.
Al final hay una victoria pero ya triunfamos, en los frutos de nuestra decisión de amar y sostener el amor, al darnos cuenta de la vida y paz que obtenemos con un corazón limpio y una conciencia tranquila; cuando sentimos sed y hambre de hacer lo que es justo, honesto y verdadero; cuando no deseamos más que ser portadores del nombre de Dios y del Cordero. Amén.

Delcio Källsten

Apocalipsis 14,1-5

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