Alabado sea el Señor desde el cielo.
Salmo 148,1-6

Alabar es hablar de lo bueno que es alguien o lo bien que hace algo.
Alabar es reconocer la bondad de algo o de alguien.
Muchas veces la Biblia nos invita a alabar a Dios.
Nos sorprende que no sólo se invite a la humanidad a hacerlo, sino también a toda la Creación: a los seres celestiales y a las cosas inanimadas, cielo, estrellas, sol y luna.
¿Y cómo pueden ellos alabar a Dios?
Mostrando su belleza, su grandeza, su obediencia a sus leyes. Nosotros somos los que nos maravillamos de ellos y pensamos en quién los hizo. A nosotros nos toca descubrir al artista que se manifiesta en su obra.
No dejemos de contemplar los cielos con sus amaneceres y atardeceres. No dejemos de admirar las noches estrelladas, la hermosura de la luna que ritma nuestros tiempos. No perdamos la oportunidad de dejar que la calidez del sol nos hable del calor tierno del que también a nosotros nos creó.
Enseñemos a nuestros niños a admirar, a disfrutar del espectáculo de la naturaleza que nos habla de una inteligencia infinita y de un amor inmensurable. “Perdamos” tiempo con ellos haciéndonos también nosotros niños sorprendidos por la hermosura que emociona.
Y demos gracias porque todo eso fue hecho para vos y para mí.
Y recordemos que en el principio el Espíritu se movía sobre las aguas celestiales y junto al Padre estaba el Hijo por quien creadas todas las cosas.
Y antes de que fueran creados los cielos y la tierra Él ya había escrito nuestros nombres en el cielo.

José María Soria Pusinari

 

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