“Yo lo conozco porque procedo de él, y él me ha enviado.” Entonces quisieron arrestarlo, pero ninguno le echó mano porque todavía no había llegado su hora. Muchos creyeron en él, y decían: “Cuando venga el Mesías, ¿acaso hará más señales milagrosas que este hombre?”

Juan 7,29-30

Sorprende que las autoridades que procuraban matar a Jesús no estaban haciendo nada para lograrlo, ni siquiera para impedirle hablar en el templo, donde ellos tenían la autoridad. Lo que el Señor enseñaba producía tal efecto en quienes lo escuchaban, que nadie se atrevía a actuar en su contra.
Una clara muestra de que por encima de cualquier plan humano, está siempre el plan divino y de que aún “no había llegado la hora de Jesús.”
¿Se habrán dado cuenta de esto y se lo habrán cuestionado las personas que no lo tocaron?
No lo sabemos, pero sí podemos estar seguros de que si algo que nos cuestionamos no está dentro de la soberana voluntad de nuestro Padre, no sucederá, aunque con toda nuestra fuerza y llenos de egoísmo humano provoquemos que las cosas sucedan de inmediato, tal y como nosotros lo queremos.
Nuestro Padre tiene su tiempo para todo y solo permitirá que las cosas sucedan cuando deban suceder. Debemos vivir con esta confianza y estar seguros de que si somos sus hijos él estará con nosotros siempre, y todo lo que nos ocurra será porque es su voluntad.
Padre poderoso que estás en los cielos, permítenos tener siempre presente tu omnipotencia en nuestras vidas, ayúdanos a no dudar de que tú siempre nos tomas de la mano y que nunca nos sueltas. Amén.

Alexandra Griesbach

Juan 7,25-31

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