Martes 26 de noviembre


¡Que no sea jamás avergonzado ninguno de los que en ti confían! ¡Que sean puestos en vergüenza los que sin motivo se rebelan contra ti!

Salmo 25,3

Por lo que parece, el salmista conocía a muchas personas o grupos que se vanagloriaban de rebelarse contra el Señor, de no cumplir con sus preceptos, o directamente de confiar en otros dioses que les ofrecían mayores seguridades o beneficios.
Quizás nosotros o nosotras también conozcamos a muchas personas que también lo hacen. ¿Acaso no se rebelan contra el Señor aquellos que exprimen la naturaleza para sacarle cada vez más y la dejan vacía de vida? ¿Qué decir de quienes, por dinero, son capaces de extorsionar, violentar y engañar? ¿Acaso no se rebelan contra el Señor? Lo mismo es posible afirmar de las personas que discriminan a los demás por el color de su piel, su posición social, su aspecto físico, su identidad sexual, por ser mujer, por la edad.
Ahora bien, ¿por qué lo hacen? Quizás porque piensen, sientan o experimenten que tales conductas o pensamientos les otorga algunas ventajas, les conceden ciertos privilegios, mayor aceptación o incluso porque de esa manera pueden ocupar el lugar de Dios o ser más importantes que Él.
En el pasaje de las escrituras que motiva esta reflexión, el salmista pide al Señor que tales personas padezcan la vergüenza de sentirse defraudadas; que sus planes se vengan abajo. que no se cumplan sus expectativas; que sean puestos en ridículo por haber confiado en otros dioses y comportarse de esa manera.
Lo mismo te pedimos nosotros y nosotras hoy, Señor. Que sea tu justicia. Amén.

Leonardo Schindler

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