Dios ha ascendido entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas. Canten salmos a Dios, canten salmos; canten salmos a nuestro Rey, canten salmos. Porque Dios es el rey de toda la tierra; cántenle un salmo de alabanza. Dios reina sobre las naciones; se sienta en su trono santo. Los nobles de los pueblos se reúnen como el pueblo del Dios de Abraham, porque de Dios son los escudos de la tierra; él es grandemente exaltado.
Salmo 47,5-7
La segunda parte del Salmo 47 continúa con la celebración del reinado de Dios, enfatizando su ascensión y el júbilo que acompaña su reinado. La imagen de Dios ascendiendo entre aclamaciones y al son de trompetas nos transmite una sensación de majestad y triunfo, mostrando que Dios es glorioso y digno de toda nuestra alabanza. El llamado repetido a cantar salmos a Dios y a nuestro Rey subraya la importancia de la alabanza en la vida del creyente. No es suficiente reconocer la grandeza de Dios en silencio; estamos invitados a expresarla con música y canto, mostrando así nuestro gozo y reverencia.
La afirmación de que Dios es el rey de toda la tierra y reina sobre las naciones nos recuerda su dominio universal. No importa la situación política o social del mundo, Dios está en control y su reinado es justo y eterno. Su trono santo es símbolo de pureza y santidad, y su gobierno es recto y benevolente.
La reunión de los nobles de los pueblos como el pueblo del Dios de Abraham señala la unidad y la paz que provienen del reconocimiento de Dios como soberano. Esto no solo destaca la herencia espiritual de Abraham, sino también la inclusión de todos los pueblos bajo la bendición y protección de Dios. Los escudos de la tierra, que son de Dios, representan su defensa y cuidado por todos nosotros.
Somos llamados a renovar nuestra alabanza a Dios, reconociendo su soberanía y su cuidado constante. Que nuestra vida sea una continua canción de alabanza, agradeciendo a Dios por su reinado justo y su amor inquebrantable.
Gabriel Enrique Wagner