Pero a mí, que estoy enfermo y afligido, levántame, Dios mío, y sálvame.
Salmo 69,29
Hay momentos, tiempos en que sentimos que todo nos sale mal, que nos rodean solo malas noticias, que las pálidas “solo me tocan a mí”, nos enojamos, afligimos, muchas veces nos alejamos y sentimos una impotencia muy grande. Entonces, ahí aparece la voz del salmista y somos invitados a clamar por nuestro bienestar, por curar nuestras dolencias, levantarnos de nuestras caídas. Pero, ¿cuándo lo hacemos? Literalmente cuando el agua nos llega al cuello… y ¿mientras tanto?
Jesús nos dice que en el mientras tanto “yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo” y nosotros, ¿Estamos con él?
Jesús nos invita que en el mientras tanto, aprendamos que la oración es de a dos, es un ida y vuelta en palabras y acciones. Nos convida a ser servidores de buenas noticias, con corazón alegre, contagiando la fe.
En el mientras tanto, nos anima a no desesperanzarnos, sino ponernos en las manos de él.
En el mientras tanto, debemos ser agradecidos por lo poco o mucho recibido, pero por sobre todo, por sabernos confiados en que él nos sostiene y nos espera en su reino.
No dejemos de clamar, levántame Dios mío y sálvame, y como consecuencia, tal como continúa el texto en el versículo 30 “Alabaré con cantos el nombre de Dios; lo alabaré con gratitud.”
Betina Wagner
Salmo 69,29