Mi mandamiento es este: Que se amen unos a otros como yo los he amado a ustedes.

Juan 15,12

En un mundo dividido por disímiles expresiones de odio y exclusión, el llamado a construir relaciones entre las personas y las naciones basadas en el amor se torna en una necesidad inaplazable. Mientras que el odio cierra todas las puertas al entendimiento y la convivencia en armonía, el amor es un lenguaje universal que todas las personas pueden entender, por encima de cualquier diferencia cultural o de otra índole.
Los versos que motivan esta reflexión desarrollan las implicaciones de permanecer unidos a Jesús y concretan lo que significa “dar buenos frutos”, ideas ambas que fueron presentadas en los versos precedentes (Juan 15,1-8). “Amarse los unos a los otros” se convierte en el rasgo más distintivo que debe caracterizar a los discípulos de Jesús. Y este amor ha de ser tal, que tiene que expresarse en la total disposición a entregar la vida por los amigos (v. 13).
El amor es un mandato central en el Evangelio. Jesús nos demanda que configuremos todas nuestras relaciones (con Dios, con el prójimo, con los hermanos y hermanas de la fe) sobre la base del amor. Amemos, pues, de tal manera que todo lo que digamos y hagamos dé testimonio genuino del amor incondicional de Dios por todas sus criaturas.
Dios nuestro, haz que nuestras relaciones como hermanas y hermanos reflejen tu amor, y así vayamos por el mundo sanando las heridas del odio y la exclusión, reconstruyendo las relaciones rotas y abriendo espacios para la reconciliación y la convivencia en paz, amor y concordia. Amén.

Rolando Mauro Verdecia Ávila

Juan 15,9-17

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