Martes 3 de junio

 

Pero si envías tu aliento de vida, son creados, y así renuevas el aspecto de la tierra.

 

Salmo 104,30

 

Desde hace mucho tiempo, parte de la humanidad se preocupa por la naturaleza, por el medio ambiente y por los cambios que vemos y sentimos. Hay mucha discusión al respecto y numerosas teorías. Algunas personas defienden con firmeza la naturaleza en todas sus formas, otras la cuidan menos, y hay quienes suponen que no es necesario porque nunca se va a terminar o los cambios no se producen por este motivo. Seguramente es necesario seguir dialogando, escuchándonos unos a otros y tratando de aprender para beneficio de todos.
El Salmo 104 en su totalidad (le invito a leerlo) es realmente una alabanza, una admiración del salmista por todo lo creado por Dios. Es hermoso poder leer cuántas cosas maravillosas el salmista aprecia, a pesar de no tener una visión completa del planeta o del universo debido a la falta de tecnología. Sin embargo, con lo poco (para nosotros) o lo mucho (para él) que puede apreciar, le basta y le sobra para dar gracias y admirar a Dios.
También el salmo nos invita a tener la seguridad de que Dios no solamente creó nuestro mundo, sino que continúa acompañando, (re)creando y renovando constantemente. Dios no creó todo y lo abandonó a su suerte, sino que sigue presente, cuidando y renovando.
Hermano/hermana, te invito a que admiremos la creación de Dios, especialmente la naturaleza en todo su sentido, y aprendamos a disfrutarla, verdaderamente maravillándonos de lo que es. Porque si te tomas el tiempo para mirar y admirar, seguramente te vas a enamorar de ella. Y aquel que se enamora siempre va a cuidar, proteger y hacer lo mejor para no dañarla.
“¿Sabés cómo se hace la semilla? Con harina, con cáscara y carbón. Probá, mirá, hacela como yo, con plastilina y un poco de color. Sabés porque no brota mi semilla. Porque el único que sabe hacerla es Dios” (Canto y Fe número 371).

 

Armando A. Weiss

Compartir!

Facebook
Twitter
LinkedIn
WhatsApp
Email
Print