Canten a Dios con alegría, habitantes de toda la tierra; den rienda suelta a su alegría y cántenle himnos.
Salmo 98,4
Un cantante popular afirma: «Vivir con alegría significa vivir más», y estas palabras son muy acertadas. La alegría no se reduce a la risa, sino que es un estilo de vida y una actitud ante nuestras experiencias. No consiste en reírse y burlarse de todo ni en tomar las cosas a la ligera, sino en aceptar con amor cada situación, reconociendo que nada ocurre por casualidad y que Dios no es ajeno a los acontecimientos de nuestra vida.
Una cosa que sorprendía e incluso irritaba a los romanos era la actitud de los cristianos a la hora de la persecución, tortura y ejecución. Ellos cantaban fuerte y miraban sonrientes la vida que se abría ante ellos en su muerte. Porque nuestra alegría es sabernos salvos, vencedores de la muerte por Jesús. De ahí las palabras de Pablo: “¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?”(1 Cor 15,55) y “Estén alegren en el Señor, se los repito, estén alegres”(Fil 4,4), porque la alegría es parte del ADN de los cristianos, y nace en que vemos vida y oportunidades, en donde los demás sólo ven muerte y desesperanza.
No se puede ser cristiano pesimista y negativo, es contradictorio a nuestra fe. Sin embargo no nos caracterizamos mayormente por derrochar alegría por el mundo. Nuestros comentarios: “somos unos pocos”, “siempre somos los mismos” o “después de nosotros no va a seguir nadie”, son una prueba clara de esto.
Tenemos algo por trabajar, algo para mejorar que empieza por nosotros mismos, al encarar nuestro día cada mañana… y vos: ¿Cómo comenzaste tu día hoy? ¿Lo hiciste con alegría? Amén.
Estela Andersen