A él le agradan los que lo honran, los que confían en su amor.
Salmo 147,11
Buscando en internet, encontré estas definiciones:
Honrar: Realizar una muestra pública de respeto, admiración y estima hacia una persona.
Confiar: Dejar una cosa al cuidado de alguien, especialmente en quien se tiene confianza.
Las comparto para refrescar nuestra memoria y reflexionar sobre lo que significan en nuestras vidas y en nuestra relación con Dios y el prójimo.
Ambas acciones parecen estar en peligro de extinción, o al menos no están siendo colocadas donde deberían.
Nosotros, los que no tenemos tiempo para reflexionar sobre la Palabra de Dios, para compartir en un culto y ser una presencia de Dios para un hermano que necesita ser escuchado, somos los mismos que pasamos horas viendo videos de soluciones mágicas para nuestros problemas, como rutinas de ejercicio, dietas, decoración, reparaciones, bromas y consejos psicológicos, pero no encontramos tiempo.
Nosotros, los desconfiados, que muchas veces no tendemos una mano a quien necesita, que no colaboramos por miedo a que nos estafen o nos roben, confiamos en quien tenga más «me gusta». No dejamos pasar una publicación divertida sin poner nuestra carita feliz, pero no experimentamos gozo al saber que somos hijos de Dios. No celebramos cada Santa Cena o encuentro comunitario. Disfrutamos viendo los recorridos por las casas de famosos, pero la alegría y el progreso del hermano nos molesta o nos parece sospechoso. Fácilmente compartimos bromas, incluso aquellas que pueden herir a alguien o van en contra de nuestra fe, pero sentimos vergüenza de compartir reflexiones bíblicas.
Nosotros, queridos hermanos, ¿honramos y confiamos en Dios? ¿O hemos construido otros dioses, más a nuestra medida o a la medida de la sociedad?
Todo avance y progreso pueden ser constructivos o destructivos, tanto en nuestras vidas como en nuestras relaciones. Orientémoslos hacia Dios, confiemos en Él y hagamos de nuestra vida un canto de alabanza a Dios.
Claudia Elena Rivera