Si alguno quiere servirme, que me siga; y donde yo esté, allí estará también el que me sirva. Si alguno me sirve, mi Padre lo honrará.
Juan 12,26
Podría resumir este versículo diciendo que el servicio es entrega y obediencia para la gloria futura. Y Jesús es nuestro ejemplo a seguir, porque él pudo haber vivido entre nosotros y simplemente ascender de nuevo a su trono sin pasar por la muerte. Pero ese no era su plan. Él vino a salvar a la humanidad, deseando que millones de personas disfrutaran de la gloria con Él. Por eso satisfizo la justicia divina al tomar nuestro lugar en la cruz.
Jesús presenta la paradoja divina (una declaración que se contradice a sí misma) “El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará” (v. 25), dice que los que se concentran en sus propias vidas las perderán, porque el Padre no les honrará mientras los que concentran sus vidas en servir, guardarán la vida, porque el Padre les bendecirá con vida eterna.
El camino a la gloria es la servidumbre. Esto era verdad para Jesús y es verdad para todos los que le siguen. “y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor” (v. 26). Jesús vuelve al padre, por eso, ésta es la promesa de Jesús que su discípulo-siervo estará con él en ese lugar glorioso. “Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará” (v. 26c). Dios honrará al siervo
Seguir a Jesús es servirle para sus propósitos y planes. Si lo hacemos, no solo tendremos el fruto eterno de almas que se salvan, sino que también, el Padre nos honrará.
Selva Natalia Barrios
Juan 12,20-36