Ester no dijo nada sobre su raza ni su familia, pues Mardoqueo le había ordenado que no lo hiciera.

Ester 2,10

Ester era la doncella judía que se convirtió en reina de Persia y rescató a su pueblo de un plan cruel para aniquilarlos.
La joven soporta junto a otras mujeres doce meses de preparativos antes de presentarse al rey. Por su sencillez, ya que no pide nada, se ganó la simpatía de todos y cuando va ante el rey lo hace de manera discreta, sin ostentaciones. Ester, no obstante, no dice que es judía. Ése es su secreto.
Los relatos muestran y enseñan que dondequiera que sea, la mano de Dios está siempre a favor de su pueblo.
Dios maniobra cada aspecto de la vida para posicionar a las personas, gobiernos y situaciones en Su plan y propósito. Puede que a veces no sepamos ni entendamos lo que Dios está haciendo en un momento determinado, pero vendrá un tiempo cuando nos daremos cuenta de por qué hemos pasado ciertas experiencias, conocido determinadas personas, vivido algunas situaciones. Llegará el momento en que todo encajará, miraremos hacia atrás y veremos que nosotros también estábamos en el lugar adecuado en el momento preciso, así como sucedió con Ester.
Ester fue reina “para un momento como éste”. Ella fue fortalecida y estaba dispuesta a interceder por su pueblo “para un momento como éste” y ella fue fiel en su obediencia. Ester confió en Dios y sirvió con humildad, sin importar lo que podría costar.
Aunque la situación apremie, aunque los vientos sean contrarios, y los resultados no sean los que esperamos, es bueno y reconfortante saber que Dios cuida a su pueblo y es necesario seguir creyendo en su promesa.

Mario Bernhardt

Ester 2,1-18

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