Entonces Sansón clamó al Señor, y le dijo: “Te ruego, Señor, que te acuerdes de mí tan sólo una vez más, y que me des fuerzas para cobrarles a los filisteos mis dos ojos de una vez por todas.”

Jueces 16,28

Sansón por un lado, los filisteos por el otro. Nadie tiene buenas intenciones para el otro. Muchos filisteos murieron por la mano de Sansón. Ahora, por fin, está en su cautiverio. Finalmente, Sansón está en la cárcel a la que pertenece. Pero eso no es suficiente para los filisteos. Pidieron que les llevaran a Sansón para divertirse con él. Qué gran burla para los filisteos y qué degradante para Sansón. Pero Sansón tiene un plan. Se deja llevar a las columnas que sostienen el templo. Estaba listo para ir al extremo y destrozar tanto a sí mismo como a los filisteos. Había llegado a ese punto. En esta situación, reza a Dios y le pide que le dé la fuerza necesaria para poner en práctica su plan. Y funciona. Fin de la historia, por lo menos entre Sansón y los filisteos.
Quizás ya hayas vivido situaciones en las que una disputa se intensifica al máximo. Cada lado empeora las cosas con su comportamiento. Y al final hay pura destrucción.
En situaciones así me gustaría orar también como Sansón lo hizo pero me gustaría más aun terminar la oración misma de otra manera: Te ruego, Señor, que te acuerdes de mí tan sólo una vez más, y que me des fuerzas para… parar, superar, comprender, perdonar,… ¿Cómo sería el final de estas historias?

Annika Wilinski

Jueces 16,23-31

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